Luis Enrique Romero humanizó el Parkinson en “Acordes para otra noche”

Foto de Amarilis Cintrón-López

Por: Amarilis Cintrón López-Historiadora

En una sociedad que proliferan los diagnósticos en condiciones neurológicas, el primerísimo actor puertorriqueño Luis Enrique Romero entregó toda su sensibilidad para trabajar desde las tablas el tema del Parkinson.  El escenario del Teatro de la UPR-Carolina se transformó en la sala del hogar de Antonio, un guitarrista que padece la condición neurológica, en que el veterano actor se autodirigió al protagonizar el monólogo de su autoría “Acordes para otra noche”, el jueves, 22 de junio de 2023. 

El tema del Parkinson es el tema central de su monólogo para llevar su mensaje social, de conciencia y de solidaridad con los pacientes y las personas cercanas.  Sin embargo, Luis Enrique Romero en su faceta como dramaturgo, desarrolló varios subtemas que fueron hábilmente conectados al estilo de las tragedias griegas, dejando una reflexión sobre el destino del ser humano.  “Acordes para otra noche” es una invitación a la reflexión sobre los efectos del Parkinson en el paciente, pero también sobre lo que causa, en eventos encadenados, a los que le acompañan en el proceso.  La pieza teatral está inspirada en una experiencia que vivió al visitar a un amigo y colega guitarrista que padeció la enfermedad.  En esa visita al hospital, su amigo le manifestó su frustración al estar limitado de realizar actividades básicas y, esa frase en la que le dejó saber que hubiese preferido tener cualquier otra condición, menos esa que imposibilitaba el tocar los acordes en su guitarra motivó a Luis Enrique Romero a escribir el libreto con el que inmortaliza su manera de humanizar lo que vive un paciente con Parkinson.  

Una sala ambientada con flores marchitas sobre una mesa con un mantel amarillo, una lámpara encendida, dos butacas, una guitarra colgada en la pared (Pepa) y un estante para la guitarra (Aurora) que saca de su estuche fueron los elementos que, junto a un juego de luces marcando los desplazamientos por el escenario, resaltaron el drama que ejecutó Luis Enrique Romero.  Su interpretación logró transmitir a la audiencia, de manera muy realista, los movimientos involuntarios en las extremidades, en especial, las manos que perdieron la memoria para realizar lo que habían aprendido a hacer como tocar la guitarra.  Sus posturas, junto al cambio de su voz, proyectan esa realidad de manera honesta, sin caricaturizar la condición y de manera muy digna. 

Una de las primeras escenas con las que conectó con la audiencia recayó en lograr que se percibiera la dificultad que vive Antonio (protagonista) al tratar de abotonarse la camisa; actividad cotidiana para muchos, pero una odisea en quienes poseen movimientos involuntarios en las manos.  Otro momento que fue desgarrador recayó en el instante que en su caminar tropezó, cayó al suelo y entre sus parlamentos reclama: “¿quién se llevó mis manos, mi voz”.  Ese momento, para los que han tenido situaciones de enfermedad que le imposibilitan tomar un objeto en las manos y hacer algo tan simple como abrir una botella de agua reactiva las emociones porque Antonio hace un recuento de las actividades cotidianas que ya no puede realizar.  Enumera que no le sirven para evitar una caída, recuerda la habilidad que tenía para tocar la guitarra y ahora no puede ni siquiera agarrar un vaso de agua, una taza de café, una copa de vino o encender un cigarro, asearse y procede a decir cómo la vida tiene sus jugarretas.  

A Antonio, la vida le quitó la posibilidad de hacer la música que guarda en su memoria; recuerda cómo hacerlo, pero no puede lograr su ejecución.  En ese dialogo con su guitarra Aurora, Antonio narra cómo motivado por su padre, temiendo que como púgil tuviera una encefalopatía traumática, le compra una guitarra para que desistiera de su carrera boxística, sin imaginarse que padecería una enfermedad neurológica que afectaría lo que su padre, justamente, quería prevenir. 

A través del personaje de Antonio, se muestra cómo un paciente se siente secuestrado por la enfermedad que le cambia la vida, en éste caso, por el Parkinson.  Sin embargo, el monólogo va más allá, y utiliza como recurso a Aurora -que sirve de analogía para simbolizar lo que viven los familiares, los amigos y los cuidadores de los pacientes-, quienes también padecen los estragos de la condición.  Antonio reflexiona con Aurora sobre esos momentos en que la tenía de acompañante para tocar los acordes y a su vez, era su confidente y ya no pueden realizar sus salidas cotidianas.  Ese emotivo dialogo, permite ahondar la metáfora de los allegados a los que también se les altera su diario vivir con las condiciones de salud que afectan a sus seres queridos. 

El monologo presenta drama, momentos de jocosidad que estuvieron bien hilvanados con la trama principal sin desviar la atención del hilo conductor de la pieza.  De igual manera, rinde homenaje a guitarristas puertorriqueños que utiliza de referente tales como: Yilo Quiñones, William Rodríguez, Carlos Ortiz, Eliezer Torres y el maestro Kacho Montalvo, entre otros.  

Uno de los grandes retos que tuvo Luis Enrique Romero fue desarrollar el libreto para representar con dignidad y humanizar el padecimiento de Parkinson, sin caer en lo caricaturesco.  Logró transmitir diversas emociones en los espectadores, desde el humor visible en algunos parlamentos atinados hasta la angustia que proyecta a través de Antonio.  Su dominio escénico se mantuvo a lo largo de los cuarenta minutos de duración del monólogo, en el que los detalles del personaje fueron tan bien ejecutados, que, al finalizar la presentación, hubo espacio un conversatorio y el Sr. Jaime Luis Pérez, revalidó con su comentario la intención del trabajo de Luis Enrique Marrero.  El Sr. Pérez extrapoló las vivencias de la incapacidad de realizar cosas elementales como le ocurre a Antonio con su guitarra, con las similitudes de lo que le sucede a su madre, quién está imposibilitada de disfrutar el cocinar, a causa del diagnóstico de Parkinson. 

“Acordes para otra noche” merece ser llevada a distintos escenarios alrededor y fuera de la isla para que los pacientes sientan cómo se entiende su padecimiento.  Además, también servirá de bálsamo a los cuidadores, amigos y familiares que se identificarán con cada parlamento del monólogo que humaniza el Parkinson.  En el mismo año que Luis Enrique Romero celebra sus 35 años de trayectoria artística, tuvo la coincidencia de presentar el estreno de su monólogo en la víspera de la celebración al doble de años cronológicos que cumplía al siguiente día.  El conversatorio posterior al monólogo cerró cumpliendo la petición del profesor Manuel Aponte quién convidó al actor invitado a la UPR-Carolina para que se despidiera de su público interpretando una melodía.  Alma mía, de la compositora mexicana María Grever fue el tema con el cuál, acompañado de su guitarra, deleitó a los presentes.  Al momento de finalizar su interpretación, se escuchó en voz del Dr. Pablo Alexis Santos, su colega actor, cantante y profesor universitario entonarle la canción de cumpleaños feliz a su amigo Kike, quién entre una emotiva sonrisa, se integró tocando acordes en esa noche, mientras el público entonaba la canción y le ofrendaban los aplausos por tan exquisita presentación de su monólogo “Acordes para otra noche”.