Por Amarilis Cintrón López- Historiadora
Las piezas literarias ocupan un lugar especial entre la población que conecta con las historias que sus autores narran y también simbolizan un lugar especial para los artistas que se transforman en los personajes que interpretan. El cuento “La noche que volvimos a ser gente” de José Luis González tiene una interesante historia con una importante travesía de 10 años para el actor puertorriqueño Carlos Esteban Fonseca. El Moneró Café Teatro & Bar que dirige junto a su esposa Sofía de la Cruz, fue el escenario para iniciar una gira de despedida de esa pieza de la literatura puertorriqueña, que tuvo dos funciones a sala llena, el pasado fin de semana del 29 y 30 de julio de 2023.
La experiencia comenzó desde el vestíbulo decorado con recuerdos de fotografías y reportajes de revistas y periódicos colgados en un pasadizo a través del que se pudo apreciar un homenaje a Miguelángel Suárez y a La Tea, el antiguo Café Teatro ubicado en la calle Sol 280 del Viejo San Juan donde comenzó la travesía de Carlos Esteban Fonseca con el monólogo “La noche que volvimos a ser gente”.
Sofía de la Cruz, co-propietaria del Moneró con Carlos Esteban Fonseca, ofreció las palabras de bienvenida al Moneró y fue la encargada de presentar a Miosotis Gómez, de Fine Wine Imports, quién estuvo presente en el vestíbulo representando a la familia de Fine Wine Imports, quienes se unieron a la celebración de la puertorriqueñidad con el vino Zunzún, término utilizado en la isla hermana de Cuba para denominar al colibrí. Miosotis Gómez compartió la historia de la etiqueta de Zunzún, que está repleta de símbolos puertorriqueños como la flor de Maga y el colibrí. Al igual que se dice en México de las mariposas negras, Gómez relató que en Argentina cuenta la leyenda que cuando se ve un colibrí, es el alma de un trascendido que viene de visita y así lo hizo saber con la presencia que José Luis González hacía a través de las letras y con el homenaje que se le rindió a Miguelángel Suárez. Precisamente, fue el actor Junior Álvarez, quién tenía a cargo la lectura de dos poemas de Miguelángel Suárez, antes de presentar a su hermano de la vida Carlos Esteban Fonseca para que iniciara su monólogo.
Un emotivo Junior Álvarez declamó por primera vez, en 44 años de carrera profesional, los versos de «Ayer fue abril» y «Pacto nuestro» contenidos en el poemario “Las cosas que nunca dije» del siempre recordado actor Miguelángel Suárez.
La plática en la que se realiza el relato de la pieza literaria transformó el escenario del Moneró en un bar, con una vellonera y una barra como atinados elementos que conforman parte del cuento del dominicano José Luis González, hijo de puertorriqueño y nacionalizado mexicano. Hay que destacar que José Luis González dedicó su quehacer literario a resaltar y entender la cultura puertorriqueña. “La noche que volvimos a ser gente” se desarrolla durante el apagón en Nueva York, pero destacando la realidad de la comunidad de puertorriqueños en la diáspora.
Originalmente, la adaptación al teatro de “La noche que volvimos a ser gente” la realizó el actor, escritor Miguelángel Súarez para estrenarse en abril de 1981 en La Tea. Resultó interesante conocer la historia detrás de la historia de esa primera puesta en escena y de ese primer contacto de Carlos Esteban Fonseca con esa pieza que, a 42 años de su primera puesta en escena, sigue evocando en el actor y en los espectadores emociones diversas por los referentes vinculados a cómo los seres humanos afrontan la realidad del día a día.
Para Carlos Esteban Fonseca, ver la pieza por primera vez en la interpretación de Miguelángel Suárez, quién se convirtió en su maestro, amigo y padre de la vida, en la misma noche que las circunstancias de la reapertura de La Tea, le llevaron a compartir escenario con su compañera cantante Lourdes Jiménez. Ese momento marcó tanto su vida que justo ahí decidió que algún día él la representaría. Carlos Esteban Fonseca es una muestra de cómo los deseos que se trabajan con entereza se cumplen y ya lleva 10 años mostrándole al mundo la importancia de ser gente con esa pieza que conecta con la gente y que lleva por título “La noche que volvimos a ser gente” bajo la casa productora En-Pareja-2 Inc. que fundó junto a su esposa Sofía de la Cruz.
Carlos Esteban Fonseca es una muestra de cómo los deseos que se trabajan con entereza se cumplen y ya lleva 10 años mostrándole al mundo la importancia de ser gente con esa pieza que conecta con la gente y que lleva por título “La noche que volvimos a ser gente” bajo la casa productora En-Pareja-2 Inc. que fundó junto a su esposa Sofía de la Cruz.
Carlos Esteban Fonseca interpretó de forma excelsa el personaje que confronta el apagón el día que su esposa está de parto de su primogénito. Los matices de su voz en cada escena fueron muy bien ejecutados y con su perfecta dicción logró que sus entonaciones ocasionaran la gracia que se esperaba por algunos de los parlamentos o la reflexión que lleva intrínsecamente el libreto. Con un escenario que permitía desplazarse para tener contacto con los ángulos laterales y el frontal, supo utilizar cada espacio perfectamente. Además, el monólogo le permitió homenajear artistas puertorriqueños que sonaron en la vellonera como Bobby Capó, Daniel Santos, Ismael “Maelo” Rivera y a Gilberto Monroig. De Don Gilberto resaltó que su música también le sirvió para hacerle un homenaje a su padre, quién le ponía sus canciones a su mamá.
Esa parte final del cuento de González desarrollada en la azotea, donde ante el apagón en la ciudad de Nueva York, los vecinos se reúnen y se descubren observando que existen las estrellas, es una crítica intensa a la contaminación lumínica en las ciudades que no duermen. Hay personas que sea por exceso de luz o por contaminación ambiental, nunca han podido apreciar la belleza de un cielo astrífero, que precisamente es lo que da paso al fragmento que cierra y da título a la pieza, “la noche que volvimos a ser gente”, en el que se evoca lo que propició ese apagón, más allá de las peripecias de un padre primerizo por llegar a acompañar a su esposa en el alumbramiento, de lo que dejan atrás los puertorriqueños de la diáspora, la necesidad de cuadrar el presupuesto trabando horas extras, entre varios temas presentes. Esa calidez humana que surgió de forma espontánea y el apreciar lo que ofrece la naturaleza provoca elucubraciones sobre el comportamiento humano en la era industrializada y de avances tecnológicos.
Esta pieza que nos pone en contacto con la obscuridad; pues se desarrolla en un momento de ausencia de servicio energético y devela a través de esa luz oculta, la necesidad de volver a ser gente. Precisamente, ante el colapso del sistema energético, bastante prolongado, a causa del paso del huracán María, fueron muchísimas las familias que experimentaron una situación similar a las vivencias que tuvieron los ciudadanos de la ciudad de Nueva York. Para los puertorriqueños contemporáneos que vivieron el 2017-2018, un momento que tuvo por referencia la frase final del cuento que le da el título a esa historia de referencia sobre el apagón que ocurrió en la ciudad de nueva York en 1965, lleva a conectar lo que transcurrió en la azotea del edificio cerca de la calle 110 y quinta en El Barrio con lo acaecido en la Isla, cuando se vieron hablando con los vecinos que no habían interactuado antes, cuando estuvieron apoyándose para sobrellevar los meses sin servicio energético y cuando se vieron obligados a realizar actividades sin depender de la luz eléctrica que bastantes meses tardó en restablecerse.
Claro está, la obra presenta un ángulo interesante que los seres humanos pierden de perspectiva por el ajoro y las circunstancias del día a día, en que a consecuencia de la luz viven enajenados de muchas realidades y hace falta su ausencia para encontrarse y disfrutar las grandes pequeñas cosas de la vida. Eso sí, ojo, por el hecho de volver a ser gente en la obscuridad, no debe ser una excusa para los apagones constantes a los que LUMA somete a los residentes del archipiélago de Puerto Rico por la mediocridad en el servicio energético que se paga a un alto costo.
La puesta en escena del monólogo “La noche que volvimos a ser gente” con Carlos Esteban Fonseca como actor y productor, será un excelente cierre para despedirse de la pieza que marcó su vida y que sigue provocando reflexiones intensas sobre la esencia de “ser gente” en una sociedad tan individualista. Se le augura mucho éxito por la gira que estarán llevando en los teatros y escuelas de Puerto Rico y será un excelente recurso didáctico para provocar conversatorios en los que abunden las reflexiones sobre el ser humano que vive sin vivir por andar ensimismado de disfrutar las pequeñas grandes cosas que la vida ofrece. Entre la audiencia del domingo, 29 de julio se encontraban el Honorable Representante Denis Márquez Lebrón, el cantautor Alberto Carrión y el trompetista Luis «Perico» Ortiz.